Inexpresable y sin nombre es aquello que constituye el tormento y la dulzura de mi alma, y que es incluso el hambre de mis entrañas.
Este es mi bien, esto es lo que yo amo, así me agrada del todo, únicamente así quiero yo el bien.
No lo quiero como ley de un Dios, no lo quiero como precepto y forzosidad de los hombres.
Una virtud terrena es lo que yo amo: en ella hay poca inteligencia, y lo que menos hay es la razón de todos.
Pero ese pájaro ha construido en mí su nido: por ello lo amo y lo aprieto contra mi pecho, ahora incuba en mí sus áureos huevos.
Así tomo algunas frases prestadas de lo que habló Zaratustra.
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